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El gran mal de la creencia (página 2)



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Durante veinte siglos, en este caso la iglesia católica, (por se
r la iglesia en la que fui bautizado y de la que recibí desde niñ
o sus preceptos) lleva fomentando y apoyando la enseñanza del cristianis
mo sobre la base de la creencia. Siendo este tipo de creencia, una de las causa
s principales, que incapacita a todo individuo, para poder percibir y comprobar
la realidad por sí mismo. Aceptando de este modo única y exclusi
vamente lo que dice una persona o un libro. Sobre todo si la información
está bien estructurada y con cierta "lógica".

Con este proceder, el mal que se ha producido en el ser humano ha sido,
dañar la propia capacidad de percepción de la realidad. Anulando
o quedando de esta forma atrofiadas las facultades de analizar, contrastar, in
vestigar, reflexionar, comprender y comprobar, toda información antes de
ser aceptada.

Aumentando de esta manera, el sueño psicológico de nuestr
o entendimiento y evidentemente la ignorancia. Esto sucede porque cuando nos co
nformamos con la mera creencia, el proceso de asimilación y comprensi&oa
cute;n de la nueva información se detiene porque ya creemos conocer la v
erdad. Imaginemos analógicamente y sintéticamente el proceso de l
os alimentos que ingerimos: primero éstos llegan a la boca y pasan un pr
oceso, después bajan al estomago y pasan otro, y más adelante lle
gan a la zona intestinal y vuelven a pasar por el último. Precisamente p
ara que el cuerpo pueda alimentarse correctamente, los alimentos han de ser de
la mejor calidad y pasar todo el proceso completo.

Si imaginamos que estos alimentos se quedan en el estomago,
como último paso, nos podemos dar cuenta lógicamente que el cuerp
o no se alimentará correctamente. Y como consecuencia podría sobr
evenir el consiguiente malestar o enfermedad. De igual manera sucede con la inf
ormación cuando se queda en la simple creencia. Claro, en este caso, qui
en se queda sin alimento es nuestra propia conciencia. Con los resultados negat
ivos citados. Inexcusablemente este proceso ha formado casi en la totalidad de
las personas católicas, y también en las que pertenezcan a otras
religiones o grupos que usen el mismo sistema de enseñanza, ya sea conc
iente o inconscientemente, exclusivamente, un creyente, incapaz de saber explic
ar la doctrina en la que cree. Repitiendo únicamente lo que ha leí
;do o lo que le han transmitido. No aportando nada que halla investigado y comp
robado por sí mismo. Y menos aún mostrar las ideas y la forma que
pueda hacer que otra persona compruebe la veracidad de esa información
o doctrina. Esto es así por que la creencia y la experiencia son dos cos
as distintas. Con la creencia podemos creer y tan solo transmitir única
mente lo que ya esta dicho por otros. Con la experiencia podemos transmitir lo
que otros han dicho y, nuestra propia percepción o experiencia particul
ar. Y más aún mostrar la forma de llegar a esa experimentaci&oacu
te;n. Para desarrollar la primera tan solo hay que aceptar cómodamente
y sin esfuerzo, una información que nos parece atractiva, con cierta l&o
acute;gica, y que va a ocupar un vació que necesitamos llenar.

Хro para desarrollar la segunda, es necesaria una especie
de rebeldía de saber, de querer aprender y esto nos lleva a analizar, in
vestigar, reflexionar, comprender y comprobar antes de aceptar. Es exactamente
lo segundo de lo que se ha privado al hombre con el fomento de la creencia. Imp
idiéndole verificar y comprobar la verdad de la información que s
e le entrega o percibe. Veamos lo que nos dice el diccionario de la Real acade
mia Española sobre el concepto de creer: Creer (Del lat. credere.) tr.
Tener por cierta una cosa que el entendimiento no alcanza o que no está
comprobada o demostrada.

Con relación a la creencia los filósofos alema
nes Immanuel Kant y Friedrich Nietzsche hacen la siguiente referencia:

En Kant, modo de conocimiento por el que el hombre subordina
sus acciones a fines de la razón práctica.

En Nietzsche, momento inicial de la actividad intelectual qu
e se confunde con un acto de voluntad. Precisamente el único conocimien
to en el que se sustenta la creencia, es de tipo intelectual, teórico y
por tanto subjetivo. El cual nos puede llegar a través de una persona, u
n libro, etc. Y este conocimiento teórico es tan solo el primer paso en
la escala de percepción y asimilación. Pero al creerlo y consider
arlo como cierto, o más bien como verdad, el proceso de percepció
n se estanca o se detiene, impidiendo que podamos comprobar, experimentar y com
prender si esa información es falsa o real.

De cualquier modo, el fomento consciente o inconsciente de l
a creencia, cuando se trata de enseñar una doctrina espiritual, informac
ión científica o comercial, produce estos resultados, siempre y c
uando la persona en particular, no sea lo suficientemente rebelde como para no
aceptar (no me refiero a ser escéptico) hasta comprobar esa informaci&oa
cute;n. Incentivar, fomentar, informar e intentar convencer a otras personas a
que crean algo, sin respetar la libertad de pensamiento, la libertad de la per
cepción individual y, experiencia particular de la persona, en lo que se
refiere a las propias impresiones y, la información que todo ser humano
recibe del mundo exterior, e interior también, en lo relativo a la vida
, los fenómenos, las ideas, las cosas, las personas y sobre sí mi
smo.

Es proceder con una actitud dictatorial sobre la mente ajena
, en la transmisión de información, sin contar que todo ser human
o tiene derecho a investigar, reflexionar, experimentar y comprender toda infor
mación antes de ser aceptada o rechazada.

A los seres humanos se nos lleva enseñando desde hace
mucho tiempo lo que debemos creer y lo que no. Lo que es malo y lo que es buen
o, etc. Pero no se nos enseña a descubrir la verdad por si mismos.

Ya en el siglo VI a. J. C. El Buda Gautama dejó dicho
algo que merece ser reflexionado, y que se relaciona con lo que en este trabaj
o venimos indicando.

"No creáis en nada simplemente por que lo diga l
a tradición, ni siquiera aunque muchas generaciones de personas nacidas
en muchos lugares hayan creído en ello durante muchos siglos. No cre&aa
cute;is en nada solo por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo
creen. No creáis en nada solo por que así lo hayan creíd
o los sabios de otras épocas. No creáis en lo que vuestra propia
imaginación os propone cayendo en la trampa de pensar que Dios os inspi
ra.

No creáis en lo que dicen las sagradas escrituras s&o
acute;lo por que ellas lo digan. No creáis a los sacerdotes ni a ning&u
acute;n otro ser humano.

òeed únicamente en lo que vosotros mismos hab&eacut
e;is experimentado, verificado y aceptado después de someterlo al dictam
en de la razón y a la voz de la conciencia".

˅s preciso aclarar, antes de terminar, algo que te permiti
rá entender mejor, al menos intelectualmente, el concepto de la creencia
. Ya que hay un sentimiento real, que se suele confundir con la misma, cuando r
ealmente es experiencia directa.

Por lo general cualquier persona, un poquito sensible, y al
decir sensible me refiero a un tipo de ser humano que mira a su alrededor, que
observa un poco el mundo que le rodea, y sobre todo esa imagen maravillosa que
nos ofrece un cielo estrellado, una puesta de sol o un amanecer, y ante todo es
to siente, aunque sea levemente, algo de asombro o admiración por esa cr
eación que nos envuelve y de la que formamos parte.

Precisamente ese sentimiento de presentir o intuir de que detrás
de todo ese cosmos tiene que haber algo más que lo dirija y gobierne, e
s algo que se suele confundir con la creencia. Quizás te sorprenda si te
digo que ese sentimiento no es creencia.

Esto necesita de una explicación para poderlo entender y diferen
ciar adecuadamente. Veamos: cuando creemos algo que esta escrito en un libro,
o que alguien nos transmite y no lo comprobamos, significa que lo aceptamos sin
experimentarlo, y así creemos que tal información es verdad. Per
o eso no esta basado en la experiencia particular. Porque si fuera así,
la creencia saldría sobrando, ya que existe experiencia sobre ello.

Ahora, si analizamos ese sentimiento individual, antes mencionado, al p
ercibir en forma directa por sí mismos el mundo que nos rodea, con sus f
enómenos, y reflexionamos un poco, descubriremos que es un tipo de perce
pción directa propia, un tipo de experiencia de la percepción hum
ana sobre el mundo que nos envuelve. Y este proceso de la percepción pro
duce en nosotros una sensación que hace surgir la idea de que detr&aacut
e;s de todo esto tiene que haber algo más. De este modo nos podemos dar
cuenta, que en este proceso no interviene una persona que nos este explicando o
informando en ese momento sobre el misterio del mundo, ni tampoco un libro. Si
no más bien solo nosotros, con nuestra percepción humana individ
ual y lo que nos circunda.

Y de esa percepción y experiencia propia surge una idea como res
ultado. Pero esa idea no es creencia sino experiencia, aunque no podamos en muc
hos casos explicar con palabras, ese sentimiento a los demás. Y es preci
samente experiencia, porque no existe en ese proceso humano, ningún inte
rmediario, (persona, libro o concepto) sino solo nosotros y el mundo, el cual e
stamos percibiendo en forma directa.

ԡn solo recordaremos, para terminar este capitulo, lo que
indicábamos a su inicio, es decir, que no se crea su contenido. Precisam
ente porque nuestro interés no es fomentar la creencia sino más b
ien la investigación y la experiencia. Y es solo de esta forma como podr
emos poner en actividad las capacidades mencionadas. Y esto nos librará
de ser víctimas de la manipulación, de la mentira, del miedo, etc
., sea cual sea su origen exterior o interior. Y por supuesto daremos la oportu
nidad a nuestra conciencia para que pueda expresarse más. ༯font>

Bibliografía:

–La vida.

–Mi cerebro.

–Mi corazón.

–Las personas.

–El pan del arte.

–El pan de los libros.

–El pan de los sabios.

Otras fuentes:

Platón, República.

–Séneca, Tesoro de máximas y avisos.

–Sagrada Biblia.

–Sagrado Corán.

–Baltasar Gracián, El arte de prudencia.

–Kempis, Imitación de Cristo.

–René Descartes, Los principios de la filos
ofía.

–Mario Roso de Luna, El árbol de las Hesp&e
acute;rides.

Albert Einstein, Sobre la teoría de la rel
atividad, especial y general.

–Fernando Sánchez Dragó, Carta de Je
sús al Papa.

–Samael Aun Weor, toda su obra.

–Real Academia Española, Diccionario de la
lengua española.

–Enciclopedia multimedia IBM.

–Diccionario de filosofía RBA.

 

 

Autor:

Francisco Parrilla Benéitez

Web: www.antropologiapura.es

Nací en Toledo, España, el 10 de octubre de 1958. De muy
joven, tras una experiencia cercana a la muerte, inicio el camino de la investi
gación libre en la búsqueda del conocimiento y la verdad.<
/p>

He publicado artículos en revistas y desarrollado conferencias y
seminarios por la geografía española. Participado como observado
r en diversas convenciones nacionales y varios congresos internacionales de Ant
ropología. A raíz de la exposición "Lo que hay m&aacu
te;s allá de la muerte", he sido invitado a programas de radio y te
levisión.

Entre mis ponencias, se pueden destacar "La magia del sonido"
, "Cómo resolver problemas y disfrutar de la vida", "Lo q
ue hay más allá de la muerte", "Orígenes de la v
iolencia social y conyugal" "Al-Andalus y la cultura omeya" y El
arte de aprender y aprehender".

Autor del libro "fabrica tu propio pan y da de comer al hambrie
nto
".

Editado por www.librosenred.com

Actualmente colaboro en un programa de radio, de divulgación cul
tural a través de Internet, con el nombre "La hora Dante". www
.tendillas.com

æoacute;rdoba – España 12-03-2007

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